Los momentos que deberían ser de una “desconexión total», en algunos casos también son utilizados como jornadas “productivas”. Una situación que, para algunas personas, descansar, podría ser un “lujo”.
La psicoanalista, Ornella Benedetti hace unos días dio una charla junto a su par, Santiago Silberman, fundadores de RedPsi, quienes analizaron en la actividad realizada en Sevilla, España, como vive la ciudadanía en la actualidad.
La charla se denominó “¿Vivir? en alerta”, y fue un momento donde se pudo analizar como la tecnología atraviesa a gran parte de la población, y principalmente en los tiempos de las nuevas tecnologías. “Fue un encuentro con colegas y personas que se acercaron a conocernos; algunos nos seguían en redes y otros habían leído nuestro último libro, Imperfectos. Hablamos de la paradoja de la tecnología, que nos permite estar conectados, pero también nos aleja de lo real. Por eso nos resultó tan valioso vernos las caras después de tanto tiempo de pantalla”, resaltó Benedetti.
Asimismo, la especialista egresada de la Universidad de Buenos Aires, señaló la participación de los presentes, y aprovechó para comentar sobre cómo “la ansiedad moderna nos deja sin la posibilidad de hacer una pausa, incluso cuando el cuerpo y la mente la piden: hay veces que decimos que descansamos, pero en realidad seguimos en movimiento con el celular en la mano, repasando mentalmente las tareas pendientes, “conectados” a todo, menos a nosotros mismos”, argumentó.
La profesional detalló que “días después, volví a notarlo en mi vida cotidiana: en una charla con amigas, en la que teníamos poco tiempo porque cada una debía seguir con sus cosas, me apuré para poder decir todo en pocos minutos. Esa sensación de tener que hablar rápido por miedo a no llegar —como si el tiempo fuera a vencernos— es agotadora”.
Y continuó: “la lógica de la urgencia se filtra en casi todo: corremos para trabajar, para responder un mensaje, para no quedarnos atrás. Y hasta en los momentos que deberían ser de descanso o disfrute aparece la prisa. Como si el tiempo nunca alcanzara, como si la pausa fuera un lujo que no nos podemos permitir”.
La fundadora de la Red Psi, explicó que “una paciente me comentó en repetidas ocasiones que se abruma con las tareas del trabajo y que, para organizarse, necesita repetir como un mantra que puede hacer una cosa a la vez, un día a la vez. Pero lo que más la abruma no son las demandas externas, sino las que se impone a sí misma: si le asignan tres tareas, ella quiere hacer diez”.
“La lógica de la productividad como medida del valor personal es un síntoma de época que no podemos negar. Nos convertimos en objetos al servicio de una maquinaria donde el único objetivo es rendir, cumplir, producir”, manifestó Ornella Benedetti, y agregó: “nos cuesta mucho decir que no, porque ese ‘no’ pone un límite a nuestra disponibilidad, y la idea de estar siempre disponibles, muchas veces es percibida como la condición mínima para ser reconocidos y queridos”.
Pero advirtió: “hay algo más profundo en la idea de correr, ya que muchas veces lo hacemos más allá del mandato externo: lo hacemos para evitar frenar. Detenernos nos expone a un tipo de vacío que cuesta soportar. El apuro, entonces, se convierte en un mecanismo de defensa frente a lo que no queremos pensar o sentir porque, si seguimos en movimiento, parece que esas preguntas incómodas (¿Quién soy sin todo lo que hago?, ¿qué quiero realmente?, ¿qué pasa cuando me detengo?) se callan por un rato más”.
Benedetti indicó que “el tiempo, además de responder al calendario o al reloj, es algo mucho más grande: una experiencia subjetiva. Dos horas en alerta nunca alcanzan, pero dos horas en calma pueden sentirse infinitas para quienes no toleran estar consigo mismos. El problema no es solo ‘la falta de tiempo’, sino la imposibilidad de habitarlo de otra manera”.
“Consultar con un profesional y detenernos a escucharnos es importante si vivir en alerta nos desconecta de nosotros mismos, si el cuerpo empieza a hablar por nosotros, si la mente no se detiene y los vínculos se resienten por la prisa. Pedir ayuda no es un signo de debilidad: es un acto de cuidado”, destacó la psicoanalista de la UBA, y concluyó: “el apuro constante no es productividad, es despojo. Y cuando el tiempo deja de sentirse nuestro, pedir ayuda es la forma más honesta de recuperarlo”.